CAREM 25: primera central nuclear 100% argentina
Mientras que en las redacciones de Clarin, Nacion o Perfil seguramente se debaten que noticias negativas ocuparan sus tapas, nosotros con mucho orgullo damos a conocer esta
nota de Daniel Arias (y hasta ahora que la subimos aquí, es el único medio
argentino que la trae) y deberia ser una gran noticia de tapa:
En una Argentina donde los ahorros se fondean en
departamentos, un agujero en la tierra sólo es novedad cuando,
trágicamente, se derrumba el edificio adjunto. Pero que se haya
reiniciado la excavación que motiva esta nota da más bien para celebrar.
La obra está en Lima, provincia de Buenos Aires, al lado de las
centrales nucleoeléctricas Atucha I y II, y albergará los cimientos de
una unidad de potencia mucho menor pero de una tecnología más avanzada:
el CAREM 25. El prototipo estará terminado en 2015, y podría entrar en
línea en 2016.
La decisión de construir el CAREM marca como ninguna el fin de una
paradoja criolla: entre los años ’80 y ’90, la Argentina logró volverse
el más respetado exportador mundial de pequeños reactores “de
investigación”, término genérico que incluye: 1) laboratorios de nuevos
materiales, 2) unidades escuela para formar ingenieros, químicos y
físicos nucleares, 3) fábricas de radioisótopos de uso médico e
industrial. Los últimos reactores de investigación que vendió la
Argentina son multipropósito, hacen todo eso, pero jamás una actividad
tan elemental como fabricar electricidad. Esa es tarea exclusiva de las
centrales.
Extrañamente, aunque hacen algo más sencillo, las centrales son más
complejas: trabajan con cantidades mucho mayores de combustible nuclear,
y en condiciones físico-químicas (temperaturas, presiones, flujos de
neutrones y parámetros de control) mucho más exigidas. La novedad del
CAREM es estar haciendo una central casi tan simple como un reactor
(http://www.cnea.gov.ar/proyectos/carem/galeria_fotografica.php).
¿Cómo se comparan ambos mercados, el de reactores y el de centrales?
En una década típica, en el mundo se venden 2 o 3 reactores de
investigación, por precios entre 200 a 500 millones de dólares según su
complejidad. Las centrales arrancan más arriba: salen miles de millones
por unidad, hay 432 operando, se están construyendo 44 (mayoritariamente
en Asia), y Yukiya Amano, director general del Organismo Internacional
de Energía Atómica, dice que pese al accidente de Fukushima, y por pura
necesidad, para 2030 se vienen entre 190 y 350 plantas nuevas.
El CAREM sería una muy pequeña puerta de entrada a este Coliseo. Pero
para un gladiador que se las trae. Y como buen gladiador ha debido
aprender la paciencia de la espera. Porque CAREM lleva ya mucho tiempo
de creación, pero tras momentos agónicos recién ahora está en vías de
ser ¿Quiere saber cómo este diseño sobrevivió a la peste?
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Esta
nota nos abrió el apetito por más detalles. Y en Opinno, el blog de una
red de centros de innovación, encontramos este
artículo de Juan Dalmasso, que los da:
“La
nueva promesa de la industria nuclear en Argentina: los reactores
G3+
Cuando
el tsunami de Japón generó la crisis nuclear de Fukushima en 2011, Argentina no
solo ratificó su decisión de incrementar de un 6% a un 15% la participación de
la energía atómica en su matriz eléctrica, sino que comenzó la construcción del
prototipo de la Central Argentina de Elementos Modulares (CAREM), la primera
central de potencia nuclear de diseño latinoamericano, con el objetivo de que
antes de 2020 se convierta en una de las protagonistas de la próxima generación
de reactores.
El
concepto del CAREM se presentó por primera vez en el año 1984, siendo una de las
propuestas pioneras para reactores de hasta 300 Mw con posibilidad de escalarse
formando clúster. Además, el diseño elaborado por la Comisión Nacional de
Energía Atómica (CNEA) y la firma Investigaciones Aplicadas (INVAP) se posiciona
en lo que lo que la comunidad nuclear denomina G3+ (generación tres más): suple
subsistemas externos como presurizadores y bombas de agua refrigerante por
sistemas naturales que funcionan dentro del recipiente del reactor. De este
modo, se redujeron la cantidad de componentes frágiles y las zonas de contacto
con el exterior.
Por
otra parte, se incorporó un innovador sistema de seguridad hidráulico para
eliminar la dependencia de fuentes energéticas externas, con un funcionamiento
pasivo. Ante cualquier desequilibrio en el reactor, se produciría la caída de
las barras de grafito por la gravedad, y estas absorberían los neutrones
provocando el apagado en dos segundos. Durante 36 horas la central no requeriría
auxilio externo. “Un tsunami jamás hubiera sido problema” aseguran en la CNEA
con un ojo en Fukushima.
Al
menos en lo que a tecnología se refiere, al reactor argentino no le faltan
avales para competir. “Fue uno de los 16 nuevos diseños seleccionados entre 100
por Generation IV International Forum como viables antes del 2020” destaca
Miguel Schlamp, coordinador del proyecto CAREM 25, tal como se bautizó al
reactor prototipo.
Pero
lo mejor es que los pequeños reactores de G3+ parecen ser una de las promesas de
la industria nuclear. La Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA)
estima que para el 2030 existirán al menos 43 de estas centrales funcionando en
el mundo y 96 en un cálculo optimista; incluso un documento del Departamento de
Energía de EEUU (DOE por sus siglas en inglés) y elaborado por el Energy Policy
Institute de Chicago no dudan en recomendarlos como una de las posibilidades
para que EEUU retome el camino competitivo en el sector nuclear. Por lo pronto,
oferentes como Rusia o la francesa Areva decidieron sumarse a la
carrera.
¿La
razón? La energía nuclear es la única que puede garantizar la provisión
energética reduciendo las emisiones de gases invernadero, y este tipo de
centrales no solo son más seguras y con tecnologías comprobadas sino que
demandan mucho menos capital, algo fundamental para una industria capital
intensiva y vulnerable a los costos financieros, asegura el documento firmado en
junio del año pasado en Chicago.
Por
otro lado, son más adecuadas para atender mercados con redes eléctricas de
pequeña potencia o zonas geográficas aisladas de los sistemas de red, algo
habitual para atender los mercados emergentes, los más dinámicos en demanda de
energía”.
Sólo
me cabe agregar una observación de los gringos de Smart
Planet, que, refiriéndose a otro proyecto local decían “su diseño
de bajo costo encaja con el ethos argentino. Su historia de colapsos económicos,
altos aranceles y restricciones a la importación han obligado a los argentinos a
ser hábiles en el diseño de bajo costo y el trabajo con lo que está a mano. Los
locales hablan con frecuencia de ingenio criollo y una actitud de improvisación
conocida como Átalo con alambre ... En un laboratorio de una universidad
argentina han diseñado una mano prostética llamada ElectroMioPrótesis (a un
precio de 2.500 dólares frente a los habituales 8.000), y la Comisión Nacional
de Energía Atómica (CNEA, en español) sigue adelante con el diseño de un
pequeño, de bajo costo reactor de energía atómica llamado CAREM …”.
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