lunes, 30 de junio de 2014

Los "Salieris" locales de Griesa juegan con fuego - Roberto Caballero

Los “Salieris” locales de Griesa juegan con fuego. Nunca aciertan, pero siempre presagian lo peor. El acoso de Bonelli a Kicillof. El juez irritado que dobló la apuesta y la violación al derecho de los bonistas. ¿Qué pasará mañana?
Buitres-carroñeros
Algunos creen haber encontrado en Thomas Griesa al padre colérico que finalmente viene a ponerle límites a las insolencias del kirchnerismo. Es asombroso, pero la figura del juez estadounidense, que se irrita porque debe suspender sus vacaciones ante cada audiencia en la que Argentina defiende su soberanía financiera, adquiere estatura de monumento en vida para los analistas que derraman sus fantasías en los diarios opositores. Todo lo que dice y hace Griesa parece salido de La Biblia. Cuanto peor sea para la Argentina, más acertada y providencial sería su decisión. El anciano magistrado, de 84 años, ocupa en los artículos de Marcelo Bonelli, por ejemplo, el mismo lugar de relevancia que Baltazar Garzón se ganó en la historia de la justicia penal universal. Claro que el andaluz ganó prestigio persiguiendo a dictadores, genocidas y violadores de los Derechos Humanos por todos los rincones del planeta. El neoyorquino próximo a jubilarse no: anda en menesteres menos altruistas. Sería como el negativo con toga de Theodore Kaczynski, el “Unabomber”: a su modo, Griesa también puede hacer estallar el sistema, en su caso, el de reestructuración de deudas soberanas a escala global, usando a la Argentina como víctima propicia. Con países en el mundo cuya relación deuda PBI ronda el 200%, a punto caramelo para la quiebra, ¿cómo se llama eso de exigir, tal como lo hace el magistrado estrella de Bonelli en su fallo y en la interpretación del pari passu decretado por la Cámara de Apelaciones de Nueva York, que los bonos buitres se paguen al 100%, sin quita y sin plazos de gracia, en alineamiento automático con las exigencias de esos mismos especuladores financieros? Jugar con fuego, de mínima.
En realidad, hay otra pregunta más acuciante. ¿Los fondos buitre, marginales dentro del sistema financiero, quieren en verdad su dinero multiplicado? ¿Esto es un problema de avivada y simple usura de tipos audaces? ¿O lo que buscan es quedarse directamente con los países, sus activos y riquezas naturales complicándoles la vida con ayuda de jueces indolentes, cuando no cómplices? Desde su poltrona imperial, Griesa juega el TEG con Paul Singer, desconociendo la última e inestable racionalidad sistémica defendida por el FMI, el gobierno de los Estados Unidos, el de Francia, el de Brasil, el de China, el de Rusia y otros 130 países que se pronunciaron en este pleito a favor de la posición de la República Argentina. “Es plata manchada con sangre”, alertó el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, a la vez que denunció que nuestro país “es obligado a pagar una deuda inmoral e ilegítima”. Para ser más precisos, aunque queda claro que Pérez Esquivel habla de la avaricia de los cobradores y del origen espurio de las acreencias, hoy por hoy, de no haber éxito en la negociación, a nuestro país se lo está obligando a que incumpla los pagos. Porque si Argentina paga a todos a la vez como quiere Griesa, reabre la deuda al infinito y defaultea. Si no paga, ocurre lo mismo. Y si paga, y Griesa boicotea el cobro de los bonistas como lo hizo el viernes, nuestro país corre igual peligro de default.
El gobierno tiene 30 días para negociar un acuerdo con Pollack que contemple el bolsillo de los “demandantes” buitre de Griesa.
Ante este escenario minado, cabe interrogarse qué tiene el juez en la cabeza que en las audiencias se queja porque toda esta discusión le interrumpe las vacaciones. ¿Quiere que todos los acreedores cobren? ¿Busca que lo hagan sólo los buitres? ¿O en verdad pretende llevarse puesto todo el proceso de reestructuración argentino que es mirado en el mundo como un ejemplo posible de salida al problema de la deuda? Esto último suena dramático. Lo es. Pero es lo que va a ocurrir fácticamente si Griesa no se replantea la situación. Nuestro país depositó en fecha en el Banco de Nueva York los casi 1000 millones de dólares destinados a los bonistas que entraron en los canjes. Jorge Lanata vaticinó: “Mi interpretación judicial estricta es que Griesa va a embargar los fondos” para pagarle a los houldouts. Muchos pensaron lo mismo, no sólo él. Griesa se había negado a reponer el stay. La realidad desmintió a todos, incluido a Lanata: el juez imprevistamente ordenó al banco que se abstenga de pagar a los bonistas su dinero y la devuelva al tesoro argentino. “Cualquier intento de pagarles a los bonistas reestructurados sin pagarles a los demandantes es ilegal”, sentenció Griesa. En su jerga, “demandantes” es igual a “fondos buitre”.
¿Puede el juez castigar al 92,4% de los bonistas en su derecho a cobrar en tiempo y forma para beneficiar al 1% que ganó el juicio en Nueva York? Pareciera que sí. ¿Puede el Banco de Nueva York (BONY) retornar el dinero que es de los bonistas, no de la Argentina y tampoco de los buitres? “Simplemente tienen que devolvérsela”, respondió el juez neoyorquino ante la consulta del abogado del BONY. Igualmente, sus abogados estudiaron el caso durante todo el fin de semana. Mañana se sabrá qué concluyeron. Están entre cumplir con el juez o con sus clientes. Vaya dilema. Lo concreto, hasta ahora, es que el Tesoro Nacional ya dio por pagada su obligación, en las cuentas convenidas de aquella plaza, por lo tanto, Argentina no entró en default real. Y tampoco desacató la orden de Griesa, pese a lo que diga Bonelli: hay una negociación abierta con los holdouts, y con un mediador, Daniel Pollack, designado por el propio juez. Argentina honró su compromiso, como había anunciado. Pagó, pero Griesa obstruyó el cobro legal de los bonistas. Decidió poner en duda el derecho de propiedad de unos para garantizar el de los otros. El juez les está escamoteando la plata de los bonistas restructurados en sus propias narices. Los fondos están hoy, domingo, en una suerte de limbo. La de Griesa es una resolución inédita.
Salvo que, aunque el juez jure y perjure que su intención no es que Argentina entre en default, la jugada sea otra y de una envergadura monumental: que nuestro país pague primero a Singer –”los demandantes”– 1350 millones de dólares, después 15 mil millones al resto de los holdouts y, finalmente, por añadidura, producto del antecedente judicial creado, otros 120 mil millones a los holdin que reclamen idéntico tratamiento. En este escenario, todos ganarían, claro, menos la Argentina, que retrocedería al 2001 en materia de deuda. La exitosa quita de dos tercios que el país obtuvo en los dos canjes que impulsaron Néstor y Cristina Kirchner se esfumaría definitivamente si Griesa se sale con la suya.
En resumidas cuentas: si los bonistas no reclaman mañana al banco su plata disponible en las cuentas previstas, si el banco no defiende el derecho de sus clientes a cobrar (“el pago es una disrupción de la orden”, advirtió el juez en la audiencia del viernes), si las negociaciones se estancan y no llevan a ningún lado, y Griesa impone finalmente su capricho con la excusa del pari passu en beneficio de los “demandantes”, es casi una obviedad que nuestro país enfrenta una estrategia coordinada para sepultar su política soberana de desendeudamiento.
“Es lindo pelearse con los holdouts”, sentenció en cámara un irónico Marcelo Bonelli, mientras elevaba a Griesa a la categoría de prócer y al gobierno que evitó 900 embargos de los buitres lo hundía en el descrédito. “Cristina intenta ubicarse como víctima política de un complot internacional y ocultar la responsabilidad de la Casa Rosada por la sucesión de errores estratégicos, displicencia y ausencia de profesionalismo en la negociación que lleva a la Argentina a una nueva crisis externa”, escribió el viernes 27, en el “Panorama Empresario” de Clarín, bajo el título “El Gobierno juega con fuego en el borde de otro default”. Se trata del mismo Bonelli que en 2001 elogió el “blindaje”, el “megacanje” y el “corralito”, y que pocas horas antes del diciembre negro donde murieron 37 personas por la represión aseguró que estaba “todo bajo control”. Todavía puede verse en Youtube el reportaje en el que Fernando De la Rúa justificó sus medidas económicas porque Bonelli, en tiempo real, desde Clarín y Telenoche, las catalogaba de “sensatas”.
¿Será que Bonelli responde hoy a los mismos intereses que defendió hace 13 años? Convendría entonces ser cautelosos con la verdadera intención oculta de sus profecías. El “megacanje” aumentó de un día para otro la deuda en 50 mil millones de dólares y produjo casi 60 millones en pagos a comisionistas. Algunos fueron bancos, y los bancos suelen ser generosos con ciertos consultores y ciertos periodistas. Es difícil escapar a esas generosidades.
¿Los ataques a Axel Kicillof, que está a la cabeza de la estrategia defensiva de la Argentina en todo este litigio, son gratuitos? Escribió Bonelli, el viernes, mientras los abogados del país litigaban en los tribunales neoyorquinos: “Entre los banqueros se sostiene que la información confidencial sobre los abruptos giros de Kicillof fue utilizada por inversores para hacer suculentas utilidades financieras en estas acaloradas jornadas. Las decisiones generan subas y bajas en los títulos que fueron aprovechados por fondos de inversión con fluidos contactos con el Palacio de Hacienda.” Nadie en el mercado, ni siquiera los banqueros y empresarios que están en la antípoda ideológica del ministro de Economía a quien el diario La Nación recibió el día de su designación reprochándole su condición de marxista y nieto de rabino, llegó tan lejos como Bonelli en la búsqueda alucinada de asociarlo con algún manejo turbio. Además de instalar escenarios de cataclismos permanentes, Bonelli hace rato que está empeñado en meter cizaña entre el ministro y Juan Carlos Fábrega, el presidente del Banco Central, el otro jugador del dispositivo económico general que conduce la presidenta. Pero en su artículo del viernes da un salto en calidad e introduce una serie de presuntos detalles improbables cuya finalidad se descuenta, por repetida: que Elisa Carrió o Patricia Bullrich se presenten en la justicia para iniciar alguna causa mediática que distraiga al ministro de los asuntos trascendentes que lo ocupan. El affaire Boudou coopera bastante (ver recuadro). ¿Acaso el manto de sospecha es parte de una operación para neutralizarlo? ¿Buscarán ponerlo nervioso en esta encrucijada clave para el país? ¿Qué tan lejos puede llegar Clarín en su meticuloso trabajo de demolición de la postura nacional? Si esto surgiera de alguna usina de inteligencia privada que procura aislar a los funcionarios de la expectativa social podría llevar como título “Operación Buquebús, parte dos”. Por traslúcida, es torpe. Sirve, de todos modos, advertir el juego en que anda el adversario. Griesa está en Nueva York, pero los fondos buitre no tienen fronteras. Ni diarios, ni periodistas, ni políticos, ni operadores que resistan su fenomenal capacidad de persuasión.
A propósito de esto, el psicoanalista Jorge Alemán escribió en Página/12, el mismo día que Bonelli, el luminoso párrafo que sigue: “A pesar del escepticismo que este panorama infunde, todavía se puede pensar que el presente es injusto, pero la historia es el lugar donde la verdad retorna. Por ello, aquellos sermoneadores de la ética en medios hegemónicos salpicados de sangre, aquellos expertos en economía cómplices de lo peor, que recuerdan siempre las ‘reformas estructurales inevitables’, aquellos custodios de la ‘racionalidad’ que advierten día tras día sobre el demonio populista, aquellas izquierdas pseudo republicanas, pseudo socialistas de las ‘bellas almas’ reunidas que gustan denunciar el carácter prosaico del mundo, que no piensen que la cosa va a ser tan fácil para ellos, porque son muchos los que han tejido una memoria común, que los recordarán en su traición.”
Es poco lo que puede agregarse a una descripción tan acertada. El gobierno tiene 30 días para negociar un acuerdo con Pollack que contemple el bolsillo de los “demandantes” buitre de Griesa. Quizá sea poco tiempo. Pero analistas serios del mercado financiero estadounidense admiten que Argentina estaba 5 a 0 en el resultado, hasta que el país recogió adhesiones internacionales y ordenó el pago a los holdin en el BONY. En concreto, Griesa lo obstruye, aunque tampoco embargó los fondos e insiste con el papel del negociador. ¿Se puede hablar de un empate sobre la hora? Es prematuro, está por verse. Hay que observar un dato positivo: Griesa no embargó la plata como se suponía, Argentina todavía no defaulteó y los buitres no cobraron. Sobre la hora, casi, con una jugada de alto riesgo –el pago según prospecto–, la Argentina consiguió un tiempo de descuento y, tal vez, hasta penales. No hay que tener miedo a negociar y hay que negociar sin miedo, aconseja Aldo Ferrer. A veces, lo impensado puede suceder.
¿Un procesamiento oportuno?
Ariel Lijo es como un Griesa de cabotaje. Cuanto más complica al vicepresidente, más elogios cosecha en la prensa opositora. El procesamiento de Amado Boudou era esperado. Independientemente de su suerte judicial en el caso Ciccone, vale detenerse en la oportunidad que encontró el juez para dictar la medida. Argentina enfrenta un litigio internacional por la deuda donde no hay buenos. El éxito del gobierno es el éxito del país y lo mismo ocurre con su derrota. En medio de la tormenta, acorralar penalmente al segundo en la sucesión presidencial no parece inocuo.
Lijo es el juez que dejó impune las responsabilidades políticas en los asesinatos de Maxi Kosteki y Darío Santillán. Esos crímenes cerraron un ciclo abierto con el neoliberalismo en la Argentina. La Masacre del Puente Pueyrredón fue el epílogo trágico de políticas neoliberales que llevaron a la desocupación, la pobreza y al hiper-endeudamiento del país, con “blindaje”, “megacanje” y “corralito” incluidos, brutal paisaje social y económico cuyas secuelas intentaron ser reparadas desde el 2003 por el kirchnerismo en el gobierno.

En 2001 ese sistema injusto y excluyente estalló. Son varios los analistas que aseguran que la derrota contra los buitres en Nueva York haría retornar al país a aquel tiempo. No resulta extraño que en la previa de una resolución tan importante, el magistrado que concedió el beneficio del archivo de la causa a los responsables del asesinato de los dos militantes sociales se apure para procesar al vice de un gobierno que objetivamente trató, por todos los medios a su alcance, que el reloj de la historia avance y no retroceda. Cuando se analiza la situación en su debido contexto, no se puede ser otra cosa que suspicaz con la decisión de Lijo. Eso no hace más o menos culpable a Boudou en el caso de la imprenta. Simplemente nos hace a todos menos inocentes.
Fuentehttp://americalatinaunida.wordpress.com/2014/06/30/los-salieris-locales-de-griesa-juegan-con-fuego-roberto-caballero/

No hay comentarios:

Publicar un comentario